viernes, 25 de octubre de 2013

La llama (The Flame)

¿Cómo se quiere a alguien? ¿Se aprende a querer? Supongo que es cuestión de tiempo. A lo largo de mi vida he querido a muchas personas, pero curiosamente las que he creído amar con pasión han resultado quedarse sólamente en la pasión. No sé si está bien hablar de tipos de amores o de enamoramientos, pero me pregunto hasta qué punto es nuestra decisión querer a otro. No eslo mismo querer a un íntimo amigo o a un familiar que querer a una mujer. En un primer momento decidimos querer a una mujer desconocida, alguien que nos llama la atención sin que lo queramos, por su belleza o por su simpatía (entre otras muchas cualidades, pero para ser completamente sinceros en la mayoría de los casos es por la belleza, por la atracción sexual), de modo que es nuestra voluntad desarrollar amor hacia esa persona. Sin embargo, suele ocurrir que, tras los primeros escenarios de acercamiento y nervios, tras la incertidumbre y la estrategia, el juego del amor deja de tener sentido. Por una o por varias causas, la chispa que inició todos los movimientos desaparece y uno ya no quiere saber nada más de esa persona. Uno cree querer a alguien por un momento, pero cuando ese momento pasa y desaparece el interés, y con él la voluntad de amar, descubrimos que ese amor nunca existió: era falso.

Cuando he comenzado a escribir no lo hacía pensando en este tipo de amor, sino todo lo contrario. Ese amor duradero, la relación de pareja que durante tanto tiempo se ha correspondido institucionalmente con el matrimonio y que requiere toda una vida (a pesar de que en estos momentos posmodernos todo esto se haya puesto en duda), ése es el que me intriga. No podemos elegir quién nos llama la atención, es nuestro cuerpo el que nos indica en quién debemos fijarnos. Pero tras esos momentos iniciales en los que se cree haber decidido, se plantea una disyuntiva interna en la que debemos decidir de verdad, de forma consciente más que inconsciente, si estamos dispuestos a seguir queriendo a esa persona. No basta simplemente con la atracción física y la pasión, sino también con la convivencia entre ambos. Y no es una única decisión que cambie el resto de la biografía individual, es más bien una decisión constante, un esfuerzo de voluntad, un trabajo de ambos. Deben ser las dos personas las que estén dispuestas a hacer que la relación funcione, deben discutir y decidir en favor de los intereses, tanto individuales como comunes. Debe pasar el tiempo y deben aparecer obstáculos, para que haya que demostrar el compromiso de ambos. La chispa se convierte en llama, y es decisión de cada uno, de cada día, si avivarla o dejar que se extinga por sí sola. 

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